A los que hallan visto a las nubes.
Era esa hora de lo que se le puede llamar día donde sobre
sus cabezas el cielo ya estaba negro, pero al horizonte aún se podía ver la
trémula luz naranja y roja, al moribundo resistiéndose a partir, su destello
dorado inundaba, sin embargo, gran parte del cielo, y viendo este destello a
través de la arboleda que se elevaba por sobre las casas, daba la impresión de
que fuese un incendio forestal y no un atardecer.
Iban caminando por la calle aquella donde los edificios se
echaban cada vez más hacia adelante, casi juntándose al cuarto o quinto piso,
y, por ello el sol solo iluminaba aquel corredor a medio día, y solo por todo
el centro de la carretera, el resto del día el callejón era completamente
oscuro, cosa que lo hacía tan terrible como hermoso al momento de su
intemporalidad. Los cables de electricidad iban y venían de una casa a otra,
formando una marajá intrínsecamente enredada, que más parecía una telaraña que
algo ideado por supuestos ingenieros eléctricos. Era esa pues una calle más parecida
a la selva amazónica que al corredor de una ciudad, con sus casas como grandes
árboles tropicales que se ensanchan a
medida que crecen y abarcan toda la luz como una sombrilla.
Y como ya había intentado decir antes, iban por aquella
calle, como siempre de norte a sur, cuando el niño, inocente y cansado, casi
trotando para mantener el paso, alzó su hermosa carita de porcelana y vio a
través de la maraja de cables y por la ranura entre las casas al cielo
ennegrecido y dulce. Se le dibujo una sonrisa en su rostro y luego una mueca de
asombro, y halando de la mano raquítica, huesuda y áspera de su joven abuela,
para que esta le prestara atención, tomo aire y determinación y exclamo con un
timbre de voz algo chillón.
-
¡Mira abuelita!, nunca había visto una estrella
tan brillante.-
A lo que su abuela, con la cabeza gacha y la mirada pegada
al piso por uniones de cansancio y pesadas cavilaciones, alzó la mirada y tentó
sonreír, posó su mano en la cabeza de su nieto y con toscos movimientos simulo
acariciarle, luego le tomo del hombro, le miró y le dijo.
-
Esa no es una estrella, eso es un avión. -
No hay comentarios.:
Publicar un comentario